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En vísperas del ocho

Cuando los muertos despertamos, (aunque estoy segura que se refería a las muertas) es una obra de Ibsen que va sobre el uso que artistos y pensadores han hecho de las mujeres en su vida y en su trabajo y sobre la lucha de una mujer que despierta y toma conciencia de cómo ha sido utilizada a lo largo de su vida.

Pero ahora, empieza a ser diferente. Y estimulante ¿no? Eso de estar viva en este tiempo de despertar de la conciencia, por mucho que pueda ser también confuso.

Este poder sacudirse el sopor de una conciencia dormida que afecta ya a la vida de millones de mujeres y de hombres por más que algunas y algunos no lo sepan.

Este discutir interminable sobre si es el marco de un sistema económico clasista el responsable de la naturaleza opresiva de las relaciones hombre-mujer o si por el contrario es el patriarcado el modelo original de opresión de unas y otros.

Esta re-visión y mirar atrás con ojos nuevos para asimilar los viejos textos desde una nueva crítica.

Este penar.

Que para las mujeres es más, mucho más que un simple capítulo de la Historia de la Cultura, es simplemente, un ACTO DE SUPERVIVIENCIA.

Pues hasta que comprendamos los prejuicios en los que hemos vivido ahogadas (el yo no soy feminista, soy femenina de la Baronesa Thyssen) no podremos conocernos de verdad a nosotras mismas. Y para nosotras este conocimiento es urgente y significa más, mucho más que la simple búsqueda de una identidad pues en realidad forma parte esencial de nuestro rechazo al carácter autodestructivo de una sociedad machista.

Así que, si queremos avanzar, nos toca saber cómo hemos vivido antes, cómo estamos viviendo ahora, cómo nos han obligado a imaginemos a nosotras mismas, cómo el lenguaje nos ha atrapado casi tanto como nos ha liberado, saber SI, saber cómo hasta el acto mismo de nombrar ha sido siempre una prerrogativa masculina…

Buenas preguntas a las que quizá debiéramos atrevernos a buscar respuesta antes de empezar a ver, a nombrar y a vivir de nuevo.

Y una vez vivas – las siempre poseídas, las combatidas de todo el mundo – será el momento de dejar de ser un lujo para el hombre, un modelo para el pintor, una musa para el poeta y al tiempo – o consecutivamente – consoladoras, enfermeras, portadoras de su semilla, asistentes, secretarias, mecanógrafas de manuscritos; dejaremos de estarles agradecidas por las cuotas, las leyes de igualdad o porque nos permitan ser nosotras mismas a ratos sueltos…

Y es que, la verdad amigos míos, ha llegado el momento de deciros que estamos hasta la coronilla y que de olvidar nada: creednos, ya nunca olvidaremos cómo empezó todo, allá por el Pleistoceno. Sobre todo, para no repetirlo.

Artículo publicado en Último Cero el 02/03/2019