El Faradio, Prensa

Lo que toca

Es no publicar. Que sepan los lectores perdonarme, pero esto no tiene nada que ver con la pandemia, es simplemente más de lo mismo. Por lo menos para algunas. Claro que esta vez tienen buena disculpa. Los editores dicen. La industria dice.

Y, al principio, hasta una lo decía también. Pero después (a una) se le fue el entusiasmo y le llegó el cabreó porque ¿saben? Se dio cuenta, en realidad se dio cuenta de que era una trampa. De que no había cambiado nada. Una escribe. Bueno ¿Y qué? “Habemos” otras cien mil que hacen lo mismo. ¿A quién puede importarle eso en esta crisis?

¡Oh, yeah! será por eso que (una) habrá de resignarse a lo que toca: Resignarse, resistir, trabajar, opositar, sacar algún premio que otro en un Ayuntamiento. Como Bolaño. Igualito que Bolaño o también ¿Por qué no? empezar a pagarte la edición ¿Os suena? ¿os suena compañeras? Que conste que (una) NO habla, aunque debería, de cobrar por su trabajo, cobrar por dos años de trabajo que multiplicado por 15 libros más o menos hace un total de ¿cuántos años? de los que (una) – no sé las demás – jamás ha sacado un duro si exceptuamos los susodichos premios de los Ayuntamientos. Hablo de la necesidad de hacer del tiempo algo útil, de escribir – al menos – para que te lean pues de eso va (cree una) la publicación de un libro y no de promociones, entrevistas, listas, fotografías y demás pendejadas.

Decir también que no se avergüenza (una) de sus intentos frustrados porque sabe (una sabe) lo que vale su trabajo y acepta que no está bien mirarse a si misma con delicadeza mientras critica el trabajo de los otros sin piedad. Claro que, de ahí a tragarse ruedas de molino y pensar que lo que ES tiene que ser PORQUE SÍ o porque lo diga el mercado, va un trecho.

Antes (una) no dudaba de la imparcialidad de los demás, creía que se lo tenía merecido por meterse en estos andurriales ¿qué cosa? La obligación de aguantar descortesías, la de sonreír siempre llena de agradecimiento. Lo creía, (una) lo creía.

Pero ahora debo decir que está más documentada y es un poco – pelín ¬- más crítica y más vieja lo que en esta industria – y en todas – constituye un factor de riesgo. Y sí, (una) lleva a las espaldas la consabida y variada colección de intentos con editores, agentes literarios, libreros, periodistas y otras gentes de buen vivir que, a estas alturas, le han demostrado que (una) NO escribe como el pedo.

Pero ¿qué quieren que les diga? Para las y los de mi gremio no existen los ERTE´s, a veces -incluso – ni las buenas palabras dado que -mayoritariamente – no se molestan siquiera en contestarte. Ni una carta, ni un whatsup, ni un ahí te caigas muerta. Las editoriales, es decir, los que publican (y lo han hecho así siempre, nada que ver con el Covid) se quedan con tu original, lo tiran y después muy buenas. De eso hablo.

De manera que hoy, en plena fase 1 de la desescalada, con el pacífico deseo de ¿un cambio? o al menos de un poco de atención, agria por estos años de búsqueda sin logro desearía (una desearía) que cayera una tormenta de truenos sobre la cabeza de una cultura cultural tan descastada.

Y por mucho que diga el refrán que “en tiempos de crisis no hay que hacer mudanza” una está deseando justo lo contrario: mudarlo todo de una maldita vez pues piensa (una piensa) que ver y hacer será siempre mejor que ignorar o resignarse. Puede que una no sea esencial o ni siquiera importante, pero una cosa sí que sabe: tampoco es prescindible. Así pues, más allá de las rutinas de la edad, más allá de las imposiciones de la realidad dice, (una dice) que en su queja hay, sobre todo, un esfuerzo de no resignación, un esfuerzo de no aceptación de la estúpida idea de que esto es lo que toca y (una) lo dice para que lo sepan.