El libro de los gritos

No es un libro, es un cuaderno. Y tampoco grita ni hace ruido, sino que más bien parpadea, hace guiños o se queja – la cosa esta que parece un libro pero que no lo es – se queja en voz baja.

Lo escribí – debo decirlo para que se me entienda – en el puritito medio del encierro a finales del 2020 después de pasarme horas y horas asomada a la terraza, desordenadamente imaginando cosas.

Esto de imaginar, es lo que tiene, es muy desordenado. Y problemático.

Incluso cuando era niña, también me lo parecía. Problemático. El aspecto de las cosas. (Las que no me gustaban sobre todo). Las profundas, estrechas o intensas. El olor a berzas del portal, el aire gris del patio de luces, el chocolate con sabor a tierra migosa. Me tomaba todo tan en serio y de un modo tan literal que, sin imaginación me hubiese muerto de asco. Solo que como la imaginación me sobraba, conseguí sobrevivir. Igual que ahora.  Supongo. Porque lo que me rodeaba era muy fuerte (y eso que tenía vistas al mar): El aspecto de las elegantes señoras que salían al balcón con cazuela y cucharon, el rostro prototípico del mundo, el cansancio al ver que los días se parecían tanto entre si que daban arcadas. Y eso que desde mi torre prestaba una especial atención a los detalles. Pero las calles que veía eran todas las calles, los edificios eran todos los edificios, aquellas mujeres y aquellos hombres e incluso los perros del vecindario eran todas las mujeres, todos los hombres y todos los perros del mundo.  Por primera vez en mi vida y por mucha imaginación que le echase (desordenada o no) no podía imaginar otra cosa que lo que tenía delante. Como si hubiese experimentado un shock y el flujo de mi imaginación se hubiese detenido.

De manera que para probarme o mas bien para demostrarme a mi misma que podía seguir sonriendo, aunque nada de todo aquello me hiciese mucha gracia, decidí construirme un artefacto como este. Un libro sin orden ni concierto, ni argumento ni cosa que se le parezca. Un libro con poemas, noticias, cuentos, susurros, ilustraciones y sí, también algunos gritos y maldiciones. Nada que se pueda describir ni medianamente bien. Pero eso sí, sonriente. Y aquí está. Espero que lo disfruten.

Reseñas

Miguel Moreta en el Espectador (12.01.2022)

La escritora Pilar Salamanca, que últimamente nos había sorprendido con los poemarios MateR (Valladolid, 2021) y Deseo de no ser yo (Santander, 2021), además de un libro inclasificable, LESBOS (Santander 2020), vuelve a la pista de baile con El libro de los gritos (Valladolid 2021), otro inspiradísimo libro-objeto, maravillosamente dinamitero, lúdico, incorrecto, gritón, juvenil y refrescante, donde agavilla poemas, relatos, anuncios, panfletos y canciones. Solo les daré dos ejemplos, el de la página 63, titulada “Lista de personas a las que me gustaría ver desaparecer” (y realmente es una lista de afamados indeseables) y el de la página 59, titulada “Poetas”, que dice así:

Accesibles como niños.
Ni altruistas ni egoístas.
Con modales de bárbaros.
Ahítos de obsesiones
(atiende lo que te digo).
Sensualmente perturbados.
Depravados los muy depravados.
Ángeles-lobo.
Esquizofrénicos perdidos.
Espejos de auto-complacencia.
No puedes soportarlos, dices
y no me extraña.
Yo tampoco.
Ojos como la punta de un bolígrafo
(¡qué horror!).
Son piratas
de todo signo y sentido,
los muy hijos de puta,
y como lagartijas
se arrastran entre las grietas
de las paredes.
Todos esos monolitos paranoicos
empeñados
en escarbar túneles para las palabras,
bombas imaginarias.
Los muy descriteriados
deberían atarse la lengua con un cordel,
encontrarse por el aire a picotazos
como las gaviotas.
Poetas (lo digo muy en serio)
unos más que otros y algunos menos
deberían irse todos a cagar
a la estratosfera.