Presentación de MateЯ por Mariano Calvo Haya
Presentación de MateR
Lo habitual es descubrir a un autor por el rastro de tinta y papel que deja su trabajo en el mundo editorial. Es menos frecuente, sin duda, conocer con antelación a la persona para luego sumergirse en su quehacer literario.
En el primer supuesto, si ese autor escribe como los ángeles y esa circunstancia te atrapa como un anzuelo o como una red, todo va a ir bien. Leerás sus libros y lo probable es que como lector te sientas satisfecho y ya está. El segundo supuesto conlleva otras complicaciones. Y es que la sintonía personal, si ésta se produce, en muchos casos puede perdonar los altibajos literarios en aras de la simpatía y del deseo de que le vaya bien al autor en sus desvelos literarios; lo cual no deja de ser un desajuste ajeno al mayor o menor interés que puedan suscitar sus libros.
Sin embargo, mi conocimiento sobre Pilar Salamanca obedece inicialmente a la vía acostumbrada, es decir, al rastro de tinta y papel que deja su trabajo, y se remonta a mediados de los años noventa del pasado siglo y a su labor como traductora de los textos de dos poetas irlandeses para la Editorial Hiperión. Para alguien como el que les habla, atraído desde que recuerda por todo lo que acontece con la verde isla de Irlanda y desde luego por su poesía, descubrir en aquellos tiempos tan menguados de literatura irlandesa, y de la mano de una Pilar Salamanca desconocida para mí, la traducción de poemas de Eavan Boland y de Pearse Hutchinson, sobresalientes poetas, como pude comprobar, aunque escasamente conocidos en España, fue un verdadero acontecimiento.
Hubo de pasar mucho tiempo, años, para que se produjera el segundo supuesto, o al menos la primera parte de ese segundo supuesto; es decir, que acabes conociendo personalmente a la escritora. Y desde entonces ya son algunas novelas y varios de sus libros de poemas, además de unos cuantos cafés y unas cuantas conversaciones, los que han acabado siendo parte de mi bagaje literario personal. Porque Pilar Salamanca escribe bien, muy bien. Con ese nervio y ese pulso necesario para reflejar el interior del alma humana que a veces se echa en falta cuando se lee sobre sentimientos encontrados, sobre dolores perdidos y sobre injusticias flagrantes e irremediables.
El nuevo libro de poemas de Pilar Salamanca que ahora presentamos, MateR, tiene eso –nervio y pulso- y es bastante más, poesía en estado puro desde el inicio. Ya la portada del libro tiene mucho de poema visual. Entre el blanco y el negro de lo que merecerían ser los escaques de un tablero de ajedrez figura un título, MateR, que parece jugar al equívoco, a la ambigüedad. Cabe dentro de lo posible que ese título haga referencia al vocablo latino que se usa para nombrar a la figura de la madre y que al mismo tiempo juegue con la simbología religiosa (mater amatisima, mater dolorosa). Aunque quizá, en una vuelta de tuerca impensable, la autora puede estar sumergiéndonos en una revisión sumamente dolorosa de las relaciones materno-filiales y MateR sea, ni más ni menos, un jaque mate en toda regla. Queda por saber si estamos hablando de un mate de reina o, por el contrario, de un mate a la reina, que es muy diferente.
El libro está dividido en dos partes con títulos muy someros pero, por lo mismo, ampliamente descriptivos: “Ella” (con 20 poemas) y “Él” (con 21 poemas), lo cual nos hace avanzar un poco más en lo que creemos que pueden ser las claves que Pilar Salamanca nos va proponiendo para desentrañar el enigma implícito en el poemario. No obstante, nadie mejor que la propia autora para sacarnos de la duda sobre lo que entendemos como un contrapunto entre la figura materna del título y la imagen paterna.
A partir de ahí nos adentramos en un torbellino sin demasiadas concesiones. O quizá ninguna.
El poema que inicia el libro es ya un aviso de lo que nos vamos a encontrar. Y aunque estos poemas no sean estrictamente un ajuste de cuentas con el pasado (la autora ya nos lo confirma en el primer verso: “No te inquietes. Esto va de otra cosa”), sí que tiene vocación de mostrar una particular visión de la ruina que puede esconder el tiempo pretérito. Así nos lo hace saber con un par de imágenes sumamente elocuentes (“mientras llueve dentro de la habitación y tú te vas alejando hacia la otra orilla”).
Entre tanto, y dado que no escampa, la sucesión de poemas se va convirtiendo hasta el final, como ya hemos apuntado, en una tormenta perfecta o en un “tour de force” introspectivo en el que la poeta va desnudándose de agravios.
Hay a lo largo de todos los poemas, si es que la poesía sirve para ello, una suerte de liberación serena y tensa, un juego de exorcismos que, convocando a los fantasmas del pasado a una especie de inédito tribunal, les inutiliza y les impide producir más dolor a base de colocarlos en su justo espacio. Para ello la poeta no duda en utilizar todos los resortes a su alcance, desde el poema meditativo en la mayoría de las ocasiones hasta la cantinela infantil, como en el caso del poema titulado “Rondó” (“burbuja sónica burbuja,/ tu mano tiembla/ al coger el auricular/ y con el miedo tu lengua/ no deja de tintinear.”)
No quiero terminar estas notas sin hacer referencia a dos poemas que, a mi juicio, vertebran el contenido sin concesiones de MateR y que, sin embargo, pertenecen a la segunda parte del libro, la dedicada a “ÉL”, el simbólico padre. El primero de los poemas se titula “La Vida” y en su inicio dice: “Me decías/ -¿cómo voy a olvidarlo?-/ que el mundo era un libro/ de páginas arrancadas a machetazos/ y otras/ con la tinta corrida por las lágrimas/ y que si solo pudiésemos leer –me decías-/ el libro entero/ entenderíamos mejor/ la vida/ que nos había tocado vivir”
El segundo de los poemas a los que quiero referirme, y que es el último del libro, se titula “Resumen”, y viene a ser efectivamente un corolario de engañoso optimismo, pero que vuelve a hacer mención a ese concepto de Vida, entre la violencia y el sufrimiento, que la figura paterna considera cierto pese a que, a mi modesto parecer, haya en realidad tantas nociones de vida como vidas hay. El poema en su final dice lo siguiente: “He amanecido multitud de mañanas/ con la cabeza flotando/ a multitud de centímetros por encima de mi cuello,/ decidida a olvidarlo todo y ahora/ puedo decirte/ -aunque quizá no lo entiendas-/ que tienes que hacerte a la idea:/ la Vida va a ser siempre así.”
Pues bien, ahí está según creo, entre una vida y otra, entre el dolor al comienzo de este libro y el dolor del final que va pasando de generación en generación, entre padres e hijos, el eterno suceder del mundo.
Y así, con toda la sinceridad de la que es capaz, que es mucha, nos lo cuenta en este libro, MateR, Pilar Salamanca.
Mariano Calvo Haya.
A 16 de junio de 2021.