El integrismo del vacío
Desde que el 10 de octubre entró en vigor esa broma macabra, el Acuerdo de Paz, las violaciones del mismo cometidas por el Estado de Israel se cuentan por cientos y los muertos alcanzan ya los 219. Desgraciadamente, era de esperar. Desde su creación, el engendro, no ha cumplido ni respetado ni una sola de las decisiones de la ONU, (unas 90) que se suponía eran de obligado cumplimiento.
Para el International Middle East Media Center (IMEMC), la organización que monitorea los conflictos de la región, «este comportamiento sugiere que Israel está consolidando una nueva realidad, permitiéndose llevar a cabo operaciones militares continuas en las zonas que controla y que abarcan aproximadamente el 50% de Gaza, al tiempo que excluye estas zonas del marco del alto el fuego».
De hecho, ni la gesticulación grotesca de las fuerzas internacionales ni las indignadas quejas de la población civil de medio mundo podrán tener nunca un efecto real total, pues los organismos internacionales encargados de aplicar la legalidad internacional nunca se han atrevido- ni se atreven a dar el paso decisivo, el paso final. Y ese paso – como ustedes saben – sería reconocer que Israel no solo es un Estado genocida, sino que es también su aliado(un aliado objetivo) en esta operación de limpieza de un mundo futuro liberado de sus minorías incomodas y, también, de un futuro orden mundial que el ultra capitalismo necesita liberado de toda contestación.
En pocas palabras, el sistema podría llegar incluso a bombardearlos, pero jamás intervendría de verdad contra ellos porque, no nos engañemos, la verdad es que hacen fundamentalmente el mismo trabajo que nuestros democráticos gobiernos quienes – estoy segura – a pesar de sus frecuentes bla-bla no dudarían en cargarse ellos mismos a las víctimas si eso fuera necesario para solucionar el conflicto. Y es que las víctimas, ya se habrán ido dando cuenta, son mucho más incómodas que los verdugos cuando están dispuestas a defenderse.
Y he aquí la verdadera razón de esta injusticia interminable: En el fondo (y también en la superficie) se trata de la defensa por sobre todas las cosas de un colonialismo imperialista en todas sus variadas especialidades. Los gobiernos colonos e imperialistas de Europa (y no digamos USA) lo han intentado todo. Con Palestina, pero también con Sudan, Vietnam, Sud América…Para ellos, el verdadero problema radica en convencer a todos esos pueblos de la responsabilidad de su propia desgracia y si no lo consiguen – ya veces no lo consiguen por la vía diplomática – recurren a la fuerza tantas veces como les parezca necesario.
Pero les tenemos calados. Es evidente que el imperialismo ha cambiado de rostro y lo que Occidente quiere imponer en el mundo entero, bajo el manto de lo universal, ya no son sus valores, completamente desarticulados, sino precisamente su ausencia de valores de manera que, en todo lugar donde sobreviva o persista alguna singularidad, alguna minoría, algún idioma específico, alguna pasión o creencia irreductibles y, sobre todo, alguna visión del mundo antagónica, se empeñan en imponer otro orden. Un orden “indiferente”. Tan indiferente como lo somos nosotros o, más bien la mayoría de los ciudadanos, ante nuestros propios valores. Hablamos mucho y muy frecuentemente del derecho de la diferencia, pero en secreto y de una forma inexorable, nos esforzamos por producir un mundo exangüe e indiferenciado.
ESTO, también, es terrorismo, pero a esta clase de integrismo no se le llama “fundamentalista” sino que es, más bien, el de una cultura sin fundamento, un “integrismo del vacío” (Baudrillard). Es decir, una clase de mierda mental transpolítica que tiene que ver con el rechazo frontal al Islam que a día de hoy atraviesa los sistemas de todos los países que se creen civilizados y democráticos y que sin duda incide, en el fondo de cada uno de nosotros.
Artículo publicado en El Faradio el 03/11/25.

