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Nuestro alfabeto

Melanie Thompson (USA) activista y recién graduada en Trabajo Social, es una mujer de 22 años, superviviente de trata y explotación sexual que tenía 12 cuando la secuestraron y posteriormente violaron, a la salida de un cine. Pasó ocho largos años esclavizada.

Es un milagro que consiguiera escapar.

Porque la violación – dice V. Despentes – es el ABC del método. El método que fabrica las mejores putas. Ellos lo saben. Por más que muchas de nosotras, las mujeres, sigamos creyendo obstinadamente que es algo extraordinario y periférico, fuera de la sexualidad y, además, evitable que concierne solo a los agresores y a las victimas cuando, por lo que se ve y Manadas aparte, NO es así. Es algo que se encuentra en el centro, en el corazón mismo de la Sexualidad, del Arte, de la Literatura (en Las Metamorfosis de Ovidio los dioses se la pasan queriendo tirarse a mujeres que no quieren) y también, desde luego, como arma de destrucción masiva en todas pero que en todas las guerras, como un programa político preciso, la célula primigenia del capitalismo, la representación cruda y directa del ejercicio del poder, una parte esencial de la condición femenina y su alfabeto porque es lo único que – hasta ahora –las mujeres no han conseguido reapropiarse.

Luego, por supuesto, están las fantasías. Porque hay que reconocer que la fantasía de la violación existe. La fantasía sexual vestigio de una educación religiosa bastante subidita de tono: esas santas atadas, quemadas, con las tetas en una bandeja. Esos arrebatos místico-festivos (véase la Santa Teresa del Bernini), ese San Sebastián atado a un árbol. Oh, sí, de acuerdo: todas no somos todas iguales, pero reconozcamos que al ser muchas, las hay para todos los gustos. Gustos que desde luego no serán lo más importante pero tampoco una casualidad. Reconozcámoslo, que nos atraiga precisamente lo que nos destruye, es el método más infalible para apartarnos del poder.

Pero volviendo al principio. Volviendo a Melanie. A ella, la detuvieron – por puta- al poco de caer en las redes: seguía teniendo 12 años. El Tribunal desde luego descubrió quien era su proxeneta, pero ni el juez, ni la policía ni los servicios sociales le hicieron ningún caso. Y ella tuvo que volver a la calle.

Así que ahora menos hipocresías y menos escándalos queridas contertulias. Menos alharacas. Y en su lugar, repitamos en voz alta la gran verdad del barquero: la violación es en el fondo un programa político preciso, el esqueleto del capitalismo; que es también la representación cruda y directa del ejercicio del poder; que no solo designa a un sujeto dominante sino que organiza las leyes del juego para permitirle ejercer su poder sin restricción alguna; que es una verdadera guerra civil a través de la cual un sexo declara al otro: yo tomo todos los derechos sobre ti y te fuerzo a sentirte inferior, culpable y degrada me da lo mismo si tienes doce años, treinta o cincuenta. Que lo sepas.

De manera que si queremos acabar con esto solo hay una forma, coraje amigas. Porque el Feminismo como dice la Despentes, es una revolución, no una negociación. El feminismo es una aventura colectiva para las mujeres pero también para los hombres y para todos los demás. Una visión del mundo. Una opción.

Dicho esto, buen viaje.

Artículo publicado en Último Cero el 12/05/2019