La isla móvil
Hay un cansancio de vivir que recuerda al de la roca que se desgasta lentamente a cada embate de las olas. En la costa atlántica de Andalucía, al borde mismo del mar, una mujer que ha perdido casi todo busca en la mitad de su vida una tabla de salvación.Julia acaricia un nuevo comienzo que exige más fuerzas y más deseo de los que ella misma es capaz de ofrecer. ¿Qué espera encontrar una profesora sin rumbo en Hakim, un inmigrante ilegal curtido en el destierro?.
En La isla móvil, la autora recrea el choque de mundos que se encuentran al límite: el lector viaja a los desiertos africanos, a la vida mísera de las pesquerías, de los recuerdos de Julia a su conciencia más profunda. En su padre que ya no está, en su marido muerto, en el hombre que ama la protagonista creerá encontrar el puerto donde concluya su deriva.
Pero la soledad la enfrentará con su propio destino. Y ese descubrimiento trastocará la noción que tiene de sí misma. En esta novela de intentos frustrados, los seres humanos escapan de su pasado allí donde la tierra termina y el mar circunda la isla que cada persona parece llamada a ser.
…Julia le rodea la cintura con los brazos.
Vamos, vamos, ya habrá tiempo para eso.
En su voz hay un deje de ternura. Cuando vuelvan a casa, Julia lo sabe, su timidez se desvanecerá. Hasta podría llegar a arrancarle la ropa sin que su brusquedad le sorprenda demasiado. Pero ahora no cuenta con ella, ahora está ocupado cebando las aguas y aprestando la atarraya.
Le ve extender la red en forma de embudo de cuyo extremo cuelga un largo cable, y aflojar la abertura rodeada de una cuerda del grueso de un dedo. Le ve desenredar los bramantes cebados, de trecho en trecho, con perdigones agujereados, en lugar de plomos, y levantarla a pulso para dejarla caer enseguida porque pesa entre veinte y veinticinco kilos y resulta difícil de manejar, sobre todo con una sola mano.
Ayúdame ¿quieres?
Julia le ayuda a alzarla hasta el hombro izquierdo un poco, no demasiado, mientras él explica sus movimientos: lo que hará cuando descubra un banco de peces. Y empiece a balancear el cuerpo para equilibrar las diversas secciones de la red. Y a tomar impulso de izquierda a derecha. Antes de arrojarla toda y estirar los brazos, lo más posible, para guiarla.
Como si la red fuese un buitre a punto de caer sobre sus presas sin darles tiempo a reaccionar.
La atarraya.
Antes de salir volando hacia el agua, como un paraguas arrebatado por el viento. Y de sentir el chapoteo de los plomos dentro de la corriente mientras se hunden poco a poco.
ISBN: 84-89852-61-8
Depósito Legal: BI-1154-05
Editorial BASSARAI
Vitoria- Gasteiz 2005