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Desclasados

DESCLASADOS

 

Y mientras la vida política española debate el tema de la corrupción (que se ha convertido en una cuestión de vida o muerte para el PP), la independencia de Cataluña,  la legitimidad de una Monarquía no votada, el aborto, las muertes de mujeres en manos del bárbaro (o los bárbaros) correspondientes, los asesinatos de niños, el consecutivo, cronológico, infame,  ultimo despido (en Sniace o en Panrico) la manipulación genética de los alimentos, el calentamiento global o la desvergüenza de bancos y banqueros es decir, mientras se debate sobre todo aquello que parece hundir a la gente tanto como inflamarla aquí, en el mercadillo de los domingos, lo que impera es otra ley. Observo como la gente iluminada por el último sol del verano escupe  cascaritas de pipas, bebe un bote de cerveza, vaga entre los puestos buscando zapatos de segunda mano, camina cargada con bolsas de plástico y me doy cuenta de que un concepto esencial se ha sido borrado de nuestras cabezas pero, sobre todo, de las cabezas de los políticos: el concepto de clase. Marroquíes de tez oscura, inmigrantes del centro de Europa, gitanos de todas partes, obreros de la construcción, agricultores de la estepa, funcionarios de correos, pequeños comerciantes, estudiantes vamos vestidos con el mismo tipo de ropa (cada día más de segunda mano), tenemos el mismo gusto, compramos los mismos muebles (ya saben ustedes donde), adquirimos los mismos juguetes para nuestros hijos, los mismos  televisores, las mismas mierdas de plástico, los mismos alimentos sucedáneos, los mismos relojes chinos. Resumiendo: hozamos en la basura y desconocemos nuestra propia posición. Eso si, los astutos políticos y los curas más astutos todavía, nos han dado un buen juguete para que nos entretengamos. ¿Qué cual es ese juguete? Nada menos que el derecho a una identidad (la que sea) religiosa o étnica (y a veces de las dos). Así, a los  gallegos les parece insólitamente importante ser gallegos, a los catalanes ser catalanes y a los vascos o castellanos, andaluces o extremeños les pasa tres cuartos de lo mismo. Todos mascan y regurgitan su santa identidad como si fuera un puñado de tabaco sin ver que se trata de un sucedáneo barato del producto original ni comprender que esto es lo único que van a dejarnos mascar  porque aunque todos son, somos unos desclasados, de la “clase” es –precisamente-  de lo único que no se habla. No sea que vayamos a darnos cuenta que con todo lo demás, nos están tomando el pelo. Y se arme. Por fin, se arme.