Ajo y agua
Victor San Pedro catedrático de Opinión Publica de la Universidad Rey Juan Carlos dice que las teorías de la conspiración son un invento de los medios de comunicación interesados y da dos buenos ejemplos. Primero: Aznar: en la “Conspiración del Pásalo”, cuando después del 11 M este tipo defendió sus macabras políticas aduciendo una conspiración ETA-Zapatero-Marruecos-Francia y Segundo: Rajoy al que no le duelen prendas – en realidad no le duele nada – cuando presenta (es sólo una manera de hablar) lo que está sucediendo en Catalunya como una conspiración de Putin y Julian Assange. Como ven, la misma táctica: se trata de la creación de fake news (noticias falsas) para no tener que rendir cuentas a nadie ni asumir responsabilidades”.
¿Quién ha hablado de imaginación en el poder? El Poder no tiene ninguna imaginación. En este país al menos. Aquí, el proyecto ciudadano no consiguió materializarse nunca, ni en la cabeza, ni en los sueños, ni en la inspiración natural de nadie sino sólo en el sonambúlico espacio de la voluntad de sus políticos, de sus jugarretas, de sus discursos, programas y cálculos y, también ¡cómo no! en esa síntesis artificial de opinión llamada también “sufragio universal” que siempre estuvo severamente orientado y controlado (como ahora el asunto de las “conspiraciones”) por los arteros manejos de políticos y expertos.
En pocas palabras y tal y como yo lo veo, España es un modelo de simulación proyectado en plena desertificación social (hay también algunos oasis); una realidad virtual obligatoria que, simplemente, nos toca tragar (como en su día tragamos la adhesión a la Otan o posteriormente, la Guerra del Golfo). Dicho de otra forma, estas cosas van a seguir pasando nos guste o no. Cosas como Internet, la moneda única o las cadenas de alimentos congelados (por decir algo) seguirán su larga marcha le pese a quien le pese. Es así como se toman las verdaderas decisiones que circulan entre nosotros ya que las élites, los expertos, los estrategas ni tienen ni han tenido nunca, consideración alguna por las opiniones colectivas. De manera que AHORA nuestra impotencia ante eso que llaman conspiraciones, es total. A pesar de o – más bien – en función de (precisamente) la enorme cantidad de información que nos satura. Lo más trágico de todo este asunto – según dice Castillo – es que visto en perspectiva, los conspiradores del año 2004 eran gente de la “altura” intelectual de Jimenez Losantos, la ultraderecha y los neoconservadores de El Mundo, en tanto que ahora mismo son las grandes cabeceras, con mención especial para El País, las que abren sus portadas con la supuesta injerencia rusa en Catalunya. Ergo: no es que la influencia de esos medios haya desaparecido a raíz de una pérdida progresiva de la confianza de la ciudadanía, no ¡Por dios! Ha sido el lobo. Han sido los hackers rusos. Los hackers rusos fueron los que colonizaron e invadieron Internet y esa fue la única razón de que no se permitiera la consulta del censo electoral del 1-O. Carece de sentido. Toda esta historia carece de sentido pero, al mismo tiempo, no es óbice ni cortapisa (que dirían los de la Real Academia) para que se nos impida seguir deslegitimando la realidad – ya sea real o virtual- lo que significa (entre otras cosas) que seguirán siendo los poderes facticos – y sólo ellos – los que determinen qué cosa son las fake news y que cosa no son; que cosa es una conspiración y qué todo lo contrario. En el entretanto, y para los demás, ajo y agua.
Enlace del artículo en Último Cero: http://ultimocero.com/opinion/2017/12/06/ajo-y-agua/