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Poesía

Cuando Vargas Llosa era un (magnífico) escritor dijo:

“Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría”

Me quedo con lo de sériamos peores etc y la verdad, me cuesta imaginarlo.

Pero a lo que vamos: En eso que llamamos el Oriente y que ocupa desde Persia hasta la China pasando por los mundos árabes, la poesía (POESIA, ya saben) estaba hecha para ponerle música o cantarse, por una sencilla razón: Se habían dado cuenta de que asi la cosa funcionaba mejor. Aquella combinación de imagen y melodía (tal cual algunas presentaciones de hoy en día) sumergía al personal en un estado de ánimo estético/emotivo altamente cargado, con arrebatos de llanto, posesiones de baile y otros desahogos. Sin embargo, entre nosotros, esa relación de poesía y cuerpo desapareció hace tiempo. Aquí, en Occidente lo leemos (pero especialmente la poesía) bajo la influencia de “un gas anestésico y cartesiano” (Hakim Bey); escuchamos la poesía (cuando la escuchamos) como si fuésemos apenas un puñado de neuronas metidas en un tarro. Nos permitimos quizá, alguna mueca pero no mucho más.

Pero en el Este, han de saber ustedes, los poetas siguen siendo encarcelados, lo cual – todo hay que decirlo – no deja de ser una especie de cumplido al sugerir que la autora (o el autor) del poema ha hecho algo (al menos) tan real como un robo o una revolución.

Claro que aquí, de eso nada. No, aquí no. Aquí a los poetas se nos permite publicar cualquier cosa lo cual ha terminado por convertirse en una especie de castigo, una especie de prisión sin existencia palpable en un mudo sin riesgo alguno y por tanto, también, sin mucho eros. Y dejénm e decirles que para la poesía – o eso al menos pienso yo – viene a ser otra forma (absurda) de morir o, lo que es lo mismo, hacer de ella una mercancía más. Poesía digerible.

Por lo tanto, me gustaría hacer una propuesta (la idea no es ni siquiera mía):

Cuando – y si – los legisladores rehúsan considerar los poemas como verdaderos crímenes, propongo que alguien cometa algunos (crímenes) para ayudar así a cumplir la verdadera función de la poesía. Que escriba textos que posean la resonancia del terrorismo y que ayuden a re-conectar poesía y cuerpo a cualquier precio. Que se líen a puñetazos. Con los textos. No me refiero tampoco a crímenes contra los cuerpos, sino a crímenes contra las ideas imperantes, mortales, sofocantes. No hablo de un estúpido libertinaje, sino de crímenes ejemplares, crímenes estéticos, crímenes pasionales. Terremotos. Cualquier sacudida que nos quite de encima ¡por dios! este aburrimiento. Este me duele el corazón y estoy sola. Este me quieres-no me quieres. Este me muero y meencantamipropioombligo. Esta banalidad.

Artículo publicado en Último Cero el 17/02/2019