El retorno de los monstruos
Y otros endriagos.
Endriago es un personaje literario, un monstruo, un cruce de hombre, hidra, y dragón que se caracteriza – según Amadís de Gaula- “por su gran estatura, ligereza de movimientos y condición bestial”.
Ahora bien, lo esencial de estos personajes es sin duda su “condición bestial”, su condición de bestias vociferantes y avasalladores, como bien se ve al presenciar el estilo de los autoproclamados miembros de Vox o – ya que estamos- de algunos taurinos de toda la vida que no solo no saben hacer la “O” con un canuto sino que para lo único que sirven es para insultar valientemente a las señoras demostrando que esos huevos que dicen tener, los colocó su madre en una cesta y… no se los ha devuelto todavía.
¿Qué está ocurriendo para que unos animales semejantes puedan verse representados por sus primos de VoX en el Parlamento de este país? ¿Qué, para que energúmenos semejantes hayan podido saltar de las jaulas y letrinas a las imágenes de los telediarios, a las páginas de los periódicos, a los platós de las tertulias y de ahí, a convertirse en una amenaza para la convivencia y la seguridad del resto de los ciudadanos?
Sé por supuesto que existen voces mucho mejor preparadas que la mía para explicar el fenómeno, pero a mí me interesa dar a conocer la mía. De manera que para intentar responder estas cuestiones comparto con ustedes una simple teoría (copiada de no sé donde) que podría resumirse en lo siguiente: Al enemigo, ni agua.
Porque no nos engañemos, ellos son – han sido siempre- el enemigo: enemigos de las mujeres, de la educación, de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad.
Entretanto, los demócratas de toda la vida se la cogen con papel de fumar y se desgañitan pidiendo respeto por unos infumables que no respetan ni a dios y que hacen de la violencia extrema una forma de vida, de trabajo y de socialización; que reconvierten la cultura democrática en un invento distópico donde el respeto es algo que los demás “tienen la obligación” de prestarles a ellos, pero ellos ¡por supuesto! ellos están exentos de prestar a los demás. Así que yo pienso que respetar a estos descriteriados – ha sido siempre – es una equivocación.
Porque vamos a ver, ¿no se juega al póker con unas reglas? Pues entonces, ¿por qué vamos a dejar a estos endriagos que insultan, calumnian y pegan que jueguen con nosotros al juego de la democracia cuando – como ellos reconocen sin cortarse un pelo – solo les interesa destruirla? ¿Por qué les permitimos insultar a una ministra o, por lo mismo, al vecino de en frente sin tomar medidas?
Todo el tiempo bla, bla, bla no sabemos hacer otra cosa. ¿Es que somos tontos o qué? Lo dicho, NI AGUA. Y mucho menos “respeto”, faltaría más.
Publicado en El Faradio