Yo Loba 2
Acabé el año, distraída y sola jugando al fútbol con las migas de la mesa: bolitas que incansablemente lanzaba de un lado para otro, amontonaba, desperdigaba y volvía a amontonar mientras intentaba encender una bombillita en mi cerebro, a poder ser, roja. Y enseguida volvía al mantel y apuntaba entre dos copas, entre el tenedor y la botella a ver si podía marcar un tanto y disparaba, apuntaba primero y disparaba.
Puedo hacerlo me decía, Claro que puedo. Puedo. Con una concentración neandertal entre las cejas lo celebraba después con un puñetazo en la mesa. Y seguía con lo mío.
Bang, golpe, otro golpe, zas, y la copa de champagne que saltaba por los aires. Y yo que me levantaba de la silla dando un salto. Yup. Y la silla que se caía al suelo y yo que empezaba a reírme como loca y de paso, se me ocurría agarrar con las dos manos la otra copa y estrellarla contra la alacena ratacrack, crack, crack porque me he pasado la vida soñando con este desorden, siglos de ganas destructoras encerrados en mi
estómago, el adoquín contra la luna de un escaparate, ese tipo de cosas y otra vez crash, bang, track y desde la cocina una voz ¿se puede saber qué pasa? Y yo decidida a seguir en plena orgía destructora, presa de una satisfacción casi tan profunda y fundamental como el sexo puedo hacerlo, puedo hacerlo gritando como si esta fuese la forma más normal de celebrar el Año Nuevo.