Yo Loba 3
Lo que una escribe, ya lo sé, no tiene maldita la gracia. Ya me gustaría. Lo de la gracia, digo. Ese envidiable sentido del humor que ayuda a tragar ruedas de molino como si de paracetamol se tratase. Pero me temo que no hay nada que hacer. Una tiene la costumbre de tomarse todas las cosas muy en serio por más que le hayan advertido que las escritoras que se respetan a sí mismas no deben escribir sobre asuntos que las personas inteligentes prefieren no discutir. Piano, pianito, todas iguales: Alegres, correctas, frívolas, sofisticadas, impregnadas en esa levedad de la que escribía Kundera. No se admite, que no, que no lo somos. (iguales quiero decir). Hay algunas que se horrorizan de lo que se ven obligadas a escribir y otras que lo escogen y, además, están dispuestas a asumir su responsabilidad o su condena. Y eso es precisamente porque no todas pensamos lo mismo y no nos da la gana abstenernos de lo que nuestro señor mercado juzga condenable. Y ¿Qué tiene que ver todo esto con la Literatura? No estoy segura. Pero es que quizá lo trivial ha anegado la vida en general y la literaria en particular hasta cobrar, me parece a mí, más importancia que la propia vida y que la propia literatura. Lo serio, lo que no es trivial, no vende y por tanto no se lee, pero es que, aunque sea trivial tampoco si no le haces la debida propaganda. Publicitar un libro ha llegado a ser más importante que el libro en sí mismo y la foto de la autora en la solapa y su aparición en los diarios de gran tirada y en televisión y… en fin, todo eso es hoy mas importante que lo que cualquiera haya podido escribir. Así que – corríjanme si me equivoco – ¿a quien podría importarle si lo que una escribe tiene gracia o no? Pues a nadie, claro está.