La humanidad de Occidente. Según y como
Un artículo de Illan Pappé sobre la crisis de Ucrania, traducido por Pilar SalamancaTiempo de lectura: 10 min
El periódico USA Today publica una noticia explicando que la foto de un rascacielos ucraniano alcanzado por los bombardeos rusos, viral durante estos días, se trata en realidad, de un edificio de Gaza demolido por la Fuerza Aérea de Israel en mayo de 2021. El USA Today informa también que, días antes, el canciller ucraniano había presentado sus quejas al embajador israelí en Kiev pues al parecer, los israelíes trataban a los ucranianos como “si fueran gentes de la Franja de Gaza” furioso al parecer porque Israel no se había apresurado a condenar la invasión rusa interesado únicamente en desalojar de allí a sus ciudadanos (Haaretz, 17 de febrero de 2022). Se trataba sin lugar a dudas de una velada alusión a la evacuación de las ucranianas casadas con palestinos residentes en la Franja de Gaza efectuada en mayo de 2021 así como también de un recordatorio del pleno apoyo que el presidente ucraniano había prestado – en ese mismo mes – a la ocupación de la Franja de Gaza por Israel.
De hecho, en el contexto de la crisis actual en Ucrania, parece necesario reflexionar sobre los repetidos ataques llevados a cabo por Israel sobre la Franja de Gaza (Palestina) porque no es para nada una mera coincidencia que las fotos se confundan. Y es que, aunque en Ukrania no haya (todavía) demasiados rascacielos derribados, en Gaza sí que los hay. Muchos. Y es que no es solo la injusticia y la hipocresía sobre Palestina lo que emerge cuando nos planteamos la crisis de Ucrania en un contexto más amplio; lo que se manifiesta una vez mas y a todas luces, es el doble rasero occidental. Dicho esto, repitamos una vez más que no somos ni en ningún momento hemos sido indiferentes a las noticias e imágenes que nos llegan desde esta zona de guerra. ¿Cómo podríamos serlo?: niños traumatizados, ríos de refugiados, edificios destruidos y el peligro inminente de que esto sea solo el principio de otra horrible catástrofe (no olvidemos a la antigua Yugoslavia) en el mismo corazón de Europa.
Quienes vivimos, informamos y digerimos las catástrofes humanas que se vienen produciendo desde hace tanto tiempo en Palestina, no podemos obviar la hipocresía de Occidente. Tenemos la obligación de señalarla sin que eso suponga que nuestra solidaridad y empatía con las víctimas de otras guerras, disminuyan. Muy al contrario. Sin embargo estamos obligados a levantar la voz pues la deshonestidad moral que respalda la engañosa agenda establecida por las élites políticas y los medios occidentales, sólo está ahí para permitirles, una vez más, ocultar su racismo, su absoluta complicidad con Israel y el estado de apartheid al que han sometido a los ciudadanos palestinos. Por mi parte he llegado a descubrir en esta crisis hasta cuatro suposiciones falsas. Paso a resumirlas en cuatro puntos
Punto número uno: Europa da la bienvenida a los refugiados blancos pero a los demás, no.
La decisión sin precedentes de la UE de abrir sus fronteras a los refugiados ucranianos (en Gran Bretaña son mas cautelosos) no puede pasarnos desapercibida si la comparamos con la política de puertas cerradas impuesta a los refugiados del mundo árabe y de África desde 2015 – Esta clara priorización racista que establece diferencias sobre la base del color, la religión y el origen étnico entre aquellos que buscan salvar sus vidas, resulta abominable y lo que es peor, no me parece probable que cambie en el corto plazo. Tanto es así que algunos líderes europeos como el primer ministro búlgaro Kiril Petkov no tienen problemas en declarar su racismo públicamente.
“Los refugiados ucranianos no son los refugiados a los que estamos acostumbrados… ellos son europeos, inteligentes, educados. … No son los refugiados a los que estábamos acostumbrados, personas de las que no estámos seguros de su identidad, personas con pasados poco claros, que podrían incluso haber sido terroristas…»
No, es cierto, los refugiados ucranianos no están solos. Los medios occidentales lo dicen una y otra vez: “nuestros refugiados, no están solos”. Y este racismo se ve claramente en los cruces fronterizos entre Ucrania y sus vecinos europeos. Un racismo que incluye también un fuerte trasfondo islamófobo y que no parece que vaya cambiar de momento ya que el liderazgo europeo sigue negándose a reconocer el tejido multiétnico y multicultural del continente. Algo que, sin lugar a dudas, es debido a una realidad creada por años de colonialismo e imperialismo – que los actuales gobiernos europeos siguen empeñados en negar – mientras siguen poniendo en práctica políticas de inmigración basadas en el mismo racismo que permeó el colonialismo y el imperialismo del pasado.
Punto número dos: Esta permitido invadir Irak pero no Ucrania.
La falta de voluntad de los medios occidentales a la hora de contextualizar la invasión rusa dentro de un análisis más amplio que explique cómo cambiaron las reglas del juego internacional en 2003, resulta, como poco, desconcertante. A día de hoy es difícil dar con algún análisis o estudio de la situación que apunte al hecho de que Estados Unidos y Gran Bretaña violaron el derecho internacional de un estado soberano cuando sus ejércitos, ayudados por una coalición de países occidentales, invadieron Afganistán e Irak. Es necesario decirlo: La ocupación de un país entero con fines políticos no fue inventada en este siglo por Vladimir Putin; fue introducido como una herramienta política por Occidente que la justificó en numerosas ocasiones de acuerdo con sus intereses.
Punto número tres: A la vista de los acontecimientos parece que el neonazismo se ha vuelto tolerable.
En este sentido, los analistas se libran muy mucho de explicar los posibles argumentos que Putin pudiera tener en esta crisis aunque de ninguna manera , por supuesto, justifiquen la invasión. Con todo, estos argumentos tienen que conocerse y exigen toda nuestra atención incluso en estos momentos, con la invasión en marcha. Hasta este mismo momento, los medios progresistas occidentales, como The Nation, The Guardian, The Washington Post y otros habían venido advirtiendo sobre el creciente poder de los grupos neonazis en Ucrania, un poder que, a todas luces, podría afectar el futuro de Europa y del resto del mundo. Pues bien, esos mismos medios son los que descartan hoy la creciente importancia del neonazismo en Ucrania.
El 22 de febrero de 2019 el periódico publicó lo siguiente:
“Los crecientes informes de violencia de la extrema derecha, el ultranacionalismo y la erosión de las libertades básicas desmienten la euforia de Occidente. Hay pogromos neonazis contra los romaníes, ataques desenfrenados contra feministas y grupos LGBT, prohibiciones de libros y glorificación patrocinada por el estado de los colaboradores nazis”.
Dos años antes, el Washington Post (15 de junio de 2017) advertía, muy perspicazmente, que en un hipotético choque de Ucrania con Rusia no deberíamos olvidar el poder creciente del neonazismo en Ucrania:
“Mientras en Ucrania continúa la lucha contra los separatistas apoyados por Rusia, Kiev tiene que hacer frente a la amenaza planteada por los poderosos grupos ultranacionalistas de derecha. Estos grupos no son pocos ni tímidos a la hora de utilizar la violencia para lograr sus objetivos que, sin lugar a dudas, están reñidos con la tolerancia de una democracia de orientación occidental en la que Kiev pretende, aparentemente, convertirse”.
El Washington Post desdeña sin embargo estos temores y dice que se trata de “acusaciones falsas”:
“Operando en Ucrania hay varios grupos paramilitares nacionalistas, como el movimiento Azov y Right Sector que defienden la ideología neonazi. Si bien exhiben un perfil alto parecen sin embargo disponer de poco apoyo público. Solo un partido de extrema derecha, Svoboda, está representado en el parlamento de Ucrania con un sólo escaño”.
Olvidando, al parecer, las advertencias que en su día (9 de noviembre de 2017) hizo un medio como The Hill, el sitio de noticias independiente más grande de EE. UU.:
“Hay, por supuesto, formaciones neonazis en Ucrania. Esto ha sido abrumadoramente confirmado por casi todos los principales medios occidentales. El hecho de que los analistas pretendan descartar estas pruebas como propaganda difundida por Moscú es muy preocupante dada la oleada actual de neonazis y supremacistas blancos que pululan por el mundo”.
Punto número cuatro: Bombardear rascacielos es un crimen de guerra pero SOLO en Europa.
Insistir una vez más que el gobierno ucraniano no solo tiene conexiones con estos grupos y ejércitos neonazis sino que, además, es también inquietante y vergonzosamente pro-israelí. Uno de las primeras medidas de Volodymyr Zelensky cuando fue nombrado presidente, fue retirar a Ucrania del Comité de las Naciones Unidas para el Ejercicio de los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino, el único tribunal internacional que se asegura de que la Nakba (catástrofe palestina) no sea negada ni olvidada.
La decisión fue promovida por el presidente de Ucrania que por lo visto no simpatizaba con la difícil situación de los refugiados palestinos, ni los consideraba víctimas de ningún crimen. En sus entrevistas posteriores al último bombardeo bárbaro israelí de la Franja de Gaza en mayo de 2021, no dudo en decir que la única tragedia de Gaza fue la sufrida por los israelíes.
Pero Zelensky no está solo. Cuando se trata de Palestina, la hipocresía de los politicos alcanza niveles vergonzosos. El bombardeo de un rascacielos vacío en Ucrania ocupó enseguida la primera plana de los noticieros internacionales provocando al mismo tiempo grandes disquisiciones sobre la brutalidad humana, la brutalidad y la inhumanidad de Putin. ¡Pero por supuesto que se deben condenar estos bombardeos! Solo que tenemos que decir también que entre los países que lideran esta condena, están todos los que cuando Israel arrasó la ciudad de Jenin en 2000, el barrio de Al-Dahaya en Beirut en 2006 o la ciudad de Gaza una tras otra vez durante los últimos quince años, guardaron silencio. En ninguna de estas muchas ocasiones se condenó o, mucho menos, se impuso, sanción alguna contra Israel por los crímenes de guerra cometidos desde 1948 hasta ahora. De hecho, en la mayoría de los países occidentales que hoy lideran las sanciones contra Rusia, el solo hecho de mencionar la posibilidad de imponer sanciones contra Israel es ilegal y se califica de antisemita.
Decir también que ni cuando Occidente, con toda justicia, manifiesta su genuina solidaridad con Ucrania, es posible pasar por alto su racismo y el sesgo profundamente europeista de sus decisiones. Así pues, resulta evidente que la cacareada solidaridad de Occidente esta reservada sólo para aquellos que estén dispuestos a unirse a su bloque y permanecer bajo la esfera de su influencia pero no encontramos por ningún lado este tipo de empatía cuando una violencia similar o peor se dirige contra los que no son europeos en general y contra los palestinos, en particular.
Por eso, nuestra responsabilidad sigue siendo señalar esta hipocresía que en muchos sentidos ha allanado el camino para la llegada de este tipo de catástrofes. Legitimar internacionalmente la invasión de países soberanos y autorizar la colonización y la opresión de otros, como Palestina sirve únicamente para producir tragedias como la que se está produciendo en Ucrania y en otras partes del planeta.
Illan Pappé es profesor de la Universidad de Exeter. Anteriormente fue profesor titular de ciencias políticas en la Universidad de Haifa. Es autor de La limpieza étnica de Palestina, El Medio Oriente moderno, Una historia de Palestina moderna: una tierra, dos pueblos y diez mitos sobre Israel. Pappé es descrito como uno de los ‘nuevos historiadores’ de Israel que, desde la publicación de documentos pertinentes del gobierno británico e israelí a principios de la década de 1980, ha estado reescribiendo la historia de la creación de Israel en 1948. Contribuyó con este artículo a The Palestine Chronicle.
Traducido por Pilar Salamanca
Artículo publicado en El Faradio el 13/03/2022