Yo Loba 21
Hace 55 años que vivimos entre ruinas. Digo “vivimos” porque mi alma vive con ellos, con mi familia, todos los días de mi vida. Y sin embargo, en Palestina o sobre Palestina, nadie ha presentado una enumeración de daños. Cuánta de mi gente murió desde 1967, cuánta desapareció, cuántos desplazados hubo, cuál fue el perjuicio económico sufrido, cuántas casas se demolieron, cuántas fábricas se destruyeron, cuántas mezquitas e iglesias, carreteras, hospitales, escuelas, monumentos, cuántos libros se quemaron o fueron robados… nadie ha presentado las cuentas. Y no las ha presentado nadie porque los autores de semejante desastre son israelíes y no libios, o iraquíes, o argelinos, o iraníes o saharauis o bosnios y a las autoridades de Europa, de Occidente en general, no les interesa esa clase de cuentas o, tampoco, esa clase de gente, solo les interesa mantener el statu quo blanquito y judeo-cristiano, el estado de hibernación entre la guerra y la paz, entre la devastación y la renovación; es más, lo que en realidad les interesa es este colapso a cámara lenta. Por eso los procesos judiciales duran años (o directamente no se emprenden). Por eso se anuncian las reformas, pero no se llevan a la práctica, por eso a los criminales de guerra, a los asesinos, a los ladrones no se les juzga y si al final son condenados no acaban en la cárcel. La vida entre todas estas ruinas, ya digo, es un proceso, un estado que perdura, una mierda.