Blog, Yo Loba

Yo Loba 31

No quisiera yo venirme arriba y ponerme a filosofar a lo tonto, pero es que unas palabras de Hans Magnus Enzensberger, me han hecho pensar.

El maestro, hablando de la manipulación industrial de las conciencias, escribía:

Solo es visible lo que no es transparente.

Punto.

Pero yo, llevando el agua a mi molino, se me ha ocurrido lo siguiente. Por decir….

Desde la aparición de la división del trabajo se ha admitido que unos pocos pensaran, juzgaran y decidieran por todos los demás; Mientras esta “mediación” fue aceptada y visible para todos, mientras el profesor intervino abiertamente ante el alumno, el cura ante a feligresía y el orador ante el auditorio, el maestro ante el discípulo y el cura ante la comunidad, esa conciencia social manipulada pasó desapercibida como “algo natural” y solo cuando la manipulación adquirió dimensiones industriales, la cosa se convirtió en un verdadero problema.

Y ahora, nuestro tiempo está jodido, asustado ante la industria de la manipulación de las conciencias y sin pajolera idea de lo que hacer al respecto. Y qué decir de los intelectuales metementodo y de la industria cultural en general: árbitros, orientadores, críticos de conciencias varias y demás… Pues por ahí andan revolviendo el cotarro, convirtiendo las melodías clásicas en canciones de moda y el pensamiento de Karl Marx en un slogan que suena a latón. Haciendo el payaso (con perdón de los payasos), colaborando con muchos filósofos, periodistas, músicos, artistas y literatos con el fin de encerrar sus respectivas artes en un lugar reservado donde estén quietecitas y sujetas a vigilancia no se vayan a desmadrar.

Porque, lo cierto es que la industria de la manipulación de las conciencias ha llegado a ser la industria clave del siglo XXI (como lo fue también del siglo XX). La prueba es que, siempre que se ocupa o se libera un país civilizado, siempre que se produce un golpe de Estado, una revolución o la caída de un régimen, lo primero que hace el nuevo orden es apoderarse, no de la calle ni de los centros de la industria pesada, sino de las emisoras, las rotativas y los servicios de telecomunicaciones. Después, si acaso, vendrá todo lo demás.

No me digan que no es cansino.

Y en estas circunstancias, los y las intelectuales han visto como ha ido cambiando su función social. Obligadas a afrontar nuevos y sutiles pero también descarados intentos de corrupción y chantaje terminan – unas veces consciente y otras inconscientemente – convertidas en cómplices de una industria cuya suerte depende de ellas tanto como ellas depende de esa industria cuyo único y principal cometido es cimentar el poder constituido.

¿Les suena de algo?