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El asunto

El asunto

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El asunto, según InfoLibre y dos más,  consiste resumidamente en esto: correos electrónicos del entonces presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, nombrado para el cargo por su íntimo amigo y excompañero de pupitre José María Aznar, demuestran que este último ha hecho numerosas gestiones a favor de Einsa, empresa de material bélico que recibió contratos millonarios por parte de los Gobiernos de Aznar y que tenía un enorme interés en utilizar la influencia del ya expresidente español para ampliar mercados en Argelia, Libia y otros países.

Sin embargo, cuando se les pregunta, esos tipos no contestan o no dicen nada y hablan como aficionados. Igual que robots, con pausas más largas que las replicas, con frases  (al fin y al cabo son robots) que convierten el mal en una acción mecánica como cualquier otra. Ni que decir tiene que ninguno de los dos se siente culpable. Entre toda esa patulea que ha destruido el país, entre todos esos banqueros,  caudillos de pacotilla, políticos idem, roucos corruptos, delincuentes como Blesa and Co, no podemos encontrar uno solo que diga “Yo soy culpable”. Yo, por lo menos, nunca he oído esta frase y temo mucho que seguiré sin oírla.  Se diría que lo único que han hecho estos maulas es cumplir con su trabajo, clavar un clavo en la pared. ¿Se siente usted culpable por haber clavado un clavo en la pared? No. ¿Se siente usted culpable por haber arruinado a medio país y dejado al otro medio temblando? No, mil veces no, por supuesto que no.

En un mundo tan mediatizado ¿Cómo podría nadie sentirse culpable? El crimen es irreal. La desvergüenza es irreal. Todo es irreal. ¨Basta una leve presión en el ratón para borrar de nuestra vista a jueces y acusados. Para borrarnos incluso a nosotros, su respetable publico. Un suave y conciliador delete y asunto terminado. Sólo la ira es real. Ella es la única, la auténtica testigo muda e inservible. Una ira que emerge hoy con más fuerza que nunca, sale de sus cauces y destroza todo lo que encuentra a su paso. Una ira que parece a punto de volverse sangrienta, que nos asalta por sorpresa y nos indica que algo no marcha bien.

 

El asunto

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El asunto, según InfoLibre y dos más,  consiste resumidamente en esto: correos electrónicos del entonces presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, nombrado para el cargo por su íntimo amigo y excompañero de pupitre José María Aznar, demuestran que este último ha hecho numerosas gestiones a favor de Einsa, empresa de material bélico que recibió contratos millonarios por parte de los Gobiernos de Aznar y que tenía un enorme interés en utilizar la influencia del ya expresidente español para ampliar mercados en Argelia, Libia y otros países.

Sin embargo, cuando se les pregunta, esos tipos no contestan o no dicen nada y hablan como aficionados. Igual que robots, con pausas más largas que las replicas, con frases  (al fin y al cabo son robots) que convierten el mal en una acción mecánica como cualquier otra. Ni que decir tiene que ninguno de los dos se siente culpable. Entre toda esa patulea que ha destruido el país, entre todos esos banqueros,  caudillos de pacotilla, políticos idem, roucos corruptos, delincuentes como Blesa and Co, no podemos encontrar uno solo que diga “Yo soy culpable”. Yo, por lo menos, nunca he oído esta frase y temo mucho que seguiré sin oírla.  Se diría que lo único que han hecho estos maulas es cumplir con su trabajo, clavar un clavo en la pared. ¿Se siente usted culpable por haber clavado un clavo en la pared? No. ¿Se siente usted culpable por haber arruinado a medio país y dejado al otro medio temblando? No, mil veces no, por supuesto que no.

En un mundo tan mediatizado ¿Cómo podría nadie sentirse culpable? El crimen es irreal. La desvergüenza es irreal. Todo es irreal. ¨Basta una leve presión en el ratón para borrar de nuestra vista a jueces y acusados. Para borrarnos incluso a nosotros, su respetable publico. Un suave y conciliador delete y asunto terminado. Sólo la ira es real. Ella es la única, la auténtica testigo muda e inservible. Una ira que emerge hoy con más fuerza que nunca, sale de sus cauces y destroza todo lo que encuentra a su paso. Una ira que parece a punto de volverse sangrienta, que nos asalta por sorpresa y nos indica que algo no marcha bien.