Demo ¿qué?
Lamento tener que decirlo, pero hace años que vivo en el imperio de una democracia que es como una cosa tonta. Una democracia que nació – supuestamente- a la muerte de Franco – delgada como un fideo pero que con el tiempo sigue igual de escuálida, (calcificada diría yo) y que quizá precisamente por eso es pesada de narices. Al menos yo respiro con dificultad bajo su peso y no encuentro la forma de quitármela de encima. Recuerdo que antaño lo intenté mandándola a tomar por ras. Y ayudó.
Ahora, como siempre que se celebran elecciones, esa democracia ha vuelto a hacer su aparición, se nos ha metido dentro de las casas, ha conquistado el espacio y consumido todo el oxigeno. Desde que en 1978 se aprobó la Constitución – dios cómo pasa el tiempo – y al menos en la zona geopolítica donde yo vivo, esta democracia no ha hecho más que crecer. Es más, le ha cogido tanto gusto a la actualidad que un día agarró el micrófono y desde entonces no ha hecho otra cosa que dar gritos. Y lo malo no, lo peor, es que no existe ninguna esperanza que vaya a bajarse de ahí en un futuro próximo.
Ahí la tenemos con el micrófono en mano y la muy deficiente exige que se la escuche y se la admire. Con toda la prepotencia del mundo se ha metido también por la puerta grande, en los partidos, las universidades y en las escuelas.
Y, en el entretanto, ha educado a nuevas generaciones de hijos tan estúpidos como ella misma que hoy ocupan cargos a toda velocidad. Esta democracia escuálida y prepotente ha entrado también en los periódicos, en la televisión, en los medios en general confundiendo el culo con las témporas y dejando entrar en el juego, el supuesto juego democrático, a los mismos jugadores que se pusieron en armas para no dejarla llegar.
Gentes como los guerrilleros de Cristo-Rey, el Ejercito Nacional Anticomunista, los grupos de antiterrorismo ETA, los Comandos Antimarxistas, la madre que los parió a todos, descerebrados de VOX incluidos.
Porque no sé si lo saben, pero esta democracia coja promueve y premia sin saber a sus mas acérrimos enemigos y también, a los que envían balas o navajas por correo, ladronzuelos, antiguos periodistas y plumíferos, asesinos, militares, historiadores, trúhanes y tahúres, corruptos y apañadas mentirosas recién salidas de un monasterio (aunque no sean precisamente monjas) mientras el resto del personal que se considera a sí mismo estúpidamente democrático les permite que nos sigan troleando.
Esta escuálida democracia ya digo, domina y no nos permite respirar y si alguien se rebela, la muy imbécil empieza a chillar, suelta su grito escandaloso a través de miles de bocas más o menos justas, a través de cientos de cacerolas y el ruido que organiza es insoportable. Tan prepotente como corta, esta democracia presume de patriotismo, habla de libertad y piensa que por el esfuerzo voluntario de amar a la patria tienen que ponerle una medalla cuando lo que teníamos que hacer es ponerle unas buenas banderillas y mandarla a los chiqueros.
Artículo publicado en El Faradio el 27/04/2021