La tanqueta
Lo que más le importaba era algo que no se podía expresar con palabras, desde luego no a todas, algo que ella llamaba la inalterable permanencia de la estupidez mundial, del ritmo de las mareas, de la lucha de clases, del paso de las estaciones o de la desmemoria colectiva.
Lo peor de todo es que esta desmemoria empezaba casi inmediatamente después de que hubiera sucedido lo que había sucedido: guerras y revoluciones, exterminios varios como si- y eso era lo que a ella más le preocupaba- la especie pudiera existir realmente sin recordar nada: los jóvenes en Colombia fusilados ante los ojos de sus padres; los padres, en Palestina, humillados a golpes ante los ojos de sus hijos; Lesbos y sus campos de concentración para emigrantes; el Mediterráneo y sus pateras; Los trabajadores y su hambre. Durante algunos segundos son noticia un momento, un día, una semana y sus imágenes corren por todos los cables del mundo, pero lo negro, no comienza hasta después: la oscuridad de un olvido que lo borra todo y que con el tiempo se hace más y más grande.
Recordaba los tanques de Tiananmen y a Rachel Corrie aplastada por un tanque sionista. Y los hombres y mujeres que cayeron luchando contra el apartheid en Sudáfrica. Y la Revolución de Octubre. Y las cargas de los grises. Y la represión franquista. Recordaba las imágenes que había visto no hacía tanto: una y otra vez los milicos vestidos de robocops con sus cascos y sus escudos transparentes reprimiendo manifestaciones pacíficas de obreros que pedían/piden que “no les quiten” (pluses tóxicos, paga extra), exigiendo en la calle un convenio digno mientras la tanqueta amenaza a sus espaldas.
Hombres con perros recorren las plazas, hombres con uniformes a quienes nunca ya podrás reconocer porque, cuando tengan un día de permiso se pondrán ropa normal y tú y los parientes de los heridos os cruzareis con ellos como si no hubiese pasado nada. Como si no hubieseis tenido que sortear las tanquetas.
Sí, todo el mundo sabe esto. Todo el mundo, acostumbrado, come y bebe su diaria razón de terror, su ración diaria de indigesto presente que también es un pasado y muchas cosas más. Así que es absurdo venir ahora diciendo que el mal se ha instalado definitivamente en el mundo porque siempre ha existido el mal solo que ahora, mezclado con los equipos, las bolas de goma, los chorros de agua, mezclado con la técnica de manera irreversible ¿No se habrá convertido en otra cosa? ¿Otra especie de mal? Da miedo sólo pensarlo.
Artículo publicado en El Faradio el 27/11/2021