La guerra, todas las guerras
Me pregunto qué pasa con los cientos de miles de personas anónimas sin cuyo fogoso apoyo la guerra no habría estallado. ¿Se sienten culpables? ¿Qué ha sucedido con las izquierdas de toda la vida, que hablan de Ucrania como si fuera Palestina y del presidente de la camiseta – que además es sionista – como si fuera Nelson Mandela? ¿Qué, con los políticos, diplomáticos, funcionarios y militares extranjeros que han metido la pata hasta el corvejón recomendando la fuerza para resolver el conflicto y que ni siquiera ahora, cuando nos amenaza el cohete máximo, son capaces de reconocer su error?
Extraordinariamente bien pagados, no han dejado ni por un momento de hablar y de complicar las cosas porque la sinecura de opinadores, además del dinero que les mete en el bolsillo les hace ganar un aura de salvadores justicieros y ascender como bengalas en el escalafón de la ONU o de cualquier otra institución internacional. Por si fuera poco, ser unos salvapatrias les confiere numerosas ventajas. (Es lo que tiene la política internacional). Los hoteles seguro que tampoco están nada mal y las reuniones de mesa y mantel (lo digo por las comidas), tampoco. ¿Se sintieron en algún momento culpables? No por dios, ellos no hacen más que su trabajo. Pero es que los asesinos armados, las bestias que se cargan a sus hermanos, a las mujeres y a los niños ucranianos y rusos también hacen su trabajo. Y ya que estamos, los reporteros gráficos extranjeros que fotografían a las víctimas de cerca sin que se les ocurra ni por un momento llamar a una ambulancia, también hacen su trabajo. ¿Quiénes son los culpables del desarraigo de todos esos ciudadanos obligados a emigrar y que en todas las esquinas de Europa parecen como paralizados, mirando al vacío y esperando una solución)? A diferencia de otras guerras, cuando las autoridades por lo normal no saben/no contestan, ahora, al parecer todos lo saben todo y no hacen nada. Y, entre tanto, este mundo se va al carajo.
Artículo publicado en El Faradio el 25/09/2022