Blog, Yo Loba

Yo Loba 25

– ¡Ah! ¿Eres escritora?
– Si – responde ella, esforzándose por parecer humilde y bien educada, sin intención alguna de humillar a las que no han sido elegidas.
– ¡Que bien! ¿y que andas escribiendo ahora?
– Estoy acabando una novela sobre la desaparición de las últimas tribus de la Patagonia.
– ¿Qué me dices? Vas a tenerlo difícil para encontrar un editor, esos temas no le interesan a nadie.

Este no es más que el primer insulto que nuestra escritora deberá tragarse de labios precisamente del editor de una ciudad provinciana. Pero la verdad es que ella, todavía, no tiene editor y lo que es peor, al paso que va la burra tardará en encontrarlo pues el mercado literario, ya se sabe, está tan densamente poblado de “elegidos y elegidas”, de colegas y seres varios que no queda apenas oxígeno para respirar y, mucho menos, papel para imprimir. Sus colegas son “influencers” que van para santas y escriben para ganar el cielo, deportistas que relatan su vida profesional, mujeres o ex mujeres de embajadores que escriben novela histórica sobre alguno de los países que han visitado, prostitutas que escriben sus memorias, novias de asesinos famosos que describen alguno de sus asesinatos desde una perspectiva – digamos -más íntima, amas de casa salidas que escriben como escribiría Popea sobre el erotismo como el follar como una de las bellas artes; hay también escritoras abogadas, cazadoras, motoristas junto con un sinfín de individuos ocupados en la búsqueda de su propia identidad, un ejército de ofendidos, violados o maltratados, de psicópatas y gentes a las que les han pisado el callo y corren a informar al mundo mundial de su tragedia y de lo que supone para ellos vivir con este drama sin dar noticia de él.

Nuestra escritora esta conmocionada. Porque lo cierto es que ella no cree, para nada se cree, que en el mundo de la Literatura todos sean iguales. Ni siquiera cree que lo que hacen esos colegas sea Literatura. Pero al parecer se equivoca, la apasionante historia contada por la mujer de un embajador sobre los harenes de los mamelucos tiene mucho más valor comercial que sus historias sobre las extintas poblaciones de la Tierra del Fuego. ¡A donde va a parar! Nuestra escritora se ha caído de un guindo. Todavía no se ha dado cuenta que no son los escritores, (ni los críticos) sino el poderoso mercado quien dicta los valores escritos. O como decía Nabokov, un grandísimo escritor con grandísima mala leche: “En el mundo de la basura, no es el libro lo que proporciona el éxito, sino los lectores”. No, nuestra escritora no se ha dado cuenta todavía y así le va.