Blog, Yo Loba

Yo Loba 30

Dentro de unos días presento en la Vorágine “Las Horas Lentas”, mi último poemario y todavía no sé, la verdad, cómo han llegado hasta aquí: las horas, los poemas, este libro que me fui arrancando del alma como si fuera una costra.

Si, podría decir que se parece a una costra más que a ninguna otra cosa.

Lo que no es, desde luego, es un simple desahogo. Ni tampoco un juego o un pasatiempo. No escribo cosas bonitas. Es más, detesto esa palabra. Para mí la Poesía ha sido y es una necesidad vital. Forma parte de esa especie de luz que ilumina todos mis sueños de supervivencia y cambio.

Lo curioso, si es que se puede decir así, es que – al menos en mi caso – primero llegan las palabras, luego la idea y por último la escritura. La Poesía es eso que me ayuda a dar nombre a las cosas y a los sentimientos que todavía no lo tienen. Tapizo mis esperanzas, y lo que me queda de horizonte, con los hilos de unos poemas nacidos al calor de mis experiencias diarias.

Ahora mismo, podría nombrar diez de ellas, (experiencias, sentimientos) que en su momento encontré intolerables y que solo alcancé a digerir cuando logré transformarlas, es decir, escribirlas.

Pero desde el mismo instante en que se hicieron palabras y pude compartirlos con el resto de la gente, esos sentimientos dejaron de asustarme. Las palabras que conforman mis poemas no son simplemente una expresión de mis sueños, son los elementos arquitectónicos de mi vida, los pilares que sostienen mi esperanza y el puente que cruza mis miedos hacia el futuro y más allá.

Lentamente, como esas “Horas”.