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Maldito poder. Asi es el gran sueño

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El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, ha escrito una carta abierta al rey Carlos III el día de su coronación, en la que llama la atención sobre las terribles condiciones en las que se encuentra recluido en la prisión Belmarsh de Su Majestad. 

Assange lleva más de cuatro años encerrado en la cárcel de máxima seguridad, la gran mayoría de ellos sin cargos, mientras los tribunales británicos decidían sobre su extradición a Estados Unidos. Allí se enfrenta a acusaciones basadas en la Ley de Espionaje por publicar material filtrado que expone crímenes de guerra, abusos contra los derechos humanos, conspiraciones antidemocráticas e intrigas diplomáticas de Estados Unidos. Se enfrenta a 175 años de cárcel.

Antes de su encarcelamiento en Belmarsh, pasó siete años retenido en la Embajada de Ecuador, en Londres, desde donde reclamó asilo político.

El 17 de junio de 2022, la entonces ministra del Interior, Priti Patel, dio el visto bueno definitivo a su traslado a Estados Unidos, pero desde entonces no se ha vuelto a saber nada.

La carta de Assange fue publicada originalmente por Declassified UK.

De Julian Assange

A Su Majestad el Rey Carlos III,

En la coronación de mi señor, pensé que era apropiado extenderle una sincera invitación para conmemorar esta ocasión trascendental visitando su propio reino dentro de un reino: la Prisión Belmarsh de Su Majestad.

Sin duda recordarán las sabias palabras de un renombrado dramaturgo: “La clemencia no quiere fuerza; es como la plácida lluvia del cielo que cae sobre un campo y lo fecunda”.

Ah, ¿pero qué sabría ese bardo de la clemencia ante el ajuste de cuentas en los albores de tu reinado histórico? Después de todo, uno puede conocer la medida de una sociedad por la forma en que trata a sus prisioneros, y su reino, sin duda, ha sobresalido en ese sentido. 

La Prisión Belmarsh de Su Majestad está situada en la prestigiosa localidad  de One Western Way, Londres, a corta distancia del Old Royal Naval College de Greenwich. Qué agradable debe de ser que un establecimiento tan estimado lleve su nombre. 

Aquí se encuentran recluidos 687 de sus leales súbditos, lo que respalda el récord del Reino Unido como la nación con la mayor población carcelaria de Europa Occidental. Como su noble Gobierno ha declarado recientemente, su reino está experimentando actualmente “la mayor expansión de plazas penitenciarias en más de un siglo”, con sus ambiciosas proyecciones que pronostican un aumento de la población reclusa de 82.000 a 106.000 en los próximos cuatro años. Todo un legado.

Como preso político, retenido por voluntad de Su Majestad en nombre de un soberano extranjero avergonzado, me siento honrado de residir entre los muros de esta institución de categoría mundial. Verdaderamente, su reino no conoce límites. 

Durante su visita, tendrá la oportunidad de darse un festín con las delicias culinarias preparadas para sus leales súbditos con el generoso presupuesto de dos libras diarias. Saboree las cabezas de atún trituradas y las variadas formas reconstituidas que al parecer son pollo. Y no se preocupe, porque a diferencia de instituciones menores como Alcatraz o San Quintín, aquí no hay comedor comunitario. En Belmarsh, los presos cenan solos en sus celdas, lo que garantiza la máxima intimidad en sus comidas.

Más allá de los placeres gustativos, puedo asegurarle que Belmarsh ofrece grandes oportunidades educativas para sus súbditos. Como dice Proverbios 22:6: “Instruye al niño en su camino, y cuando sea viejo no se apartará de él”. Observe las colas que se forman en el botiquín, donde los reclusos recogen sus recetas, no para el uso diario, sino para la experiencia de ampliar horizontes de “un gran día afuera”, todo a la vez.

También tendrá la oportunidad de presentar sus respetos a mi difunto amigo Manoel Santos, un hombre gay que se enfrentaba a la deportación al Brasil de Bolsonaro, que se quitó la vida, a solo ocho metros de mi celda, utilizando una tosca cuerda fabricada con sus sábanas. Su exquisita voz de tenor está ahora silenciada para siempre. 

Adéntrese en las profundidades de Belmarsh y encontrará el lugar más aislado entre sus muros: Sanidad (Healthcare), o Hellcare como sus habitantes lo llaman cariñosamente. Aquí le maravillarán las sensatas normas diseñadas para la seguridad de todos, como la prohibición del ajedrez, mientras se permite el juego de damas, mucho menos peligroso. 

En las profundidades de Hellcare se encuentra el lugar más gloriosamente edificante de todo Belmarsh, es más, de todo el Reino Unido: la sublimemente llamada Belmarsh End of Life Suite (la Suite Belmarsh Fin de Vida). Escuche con atención y podrá oír los gritos de los presos: “Hermano, voy a morir aquí”, un testimonio de la calidad de la vida y de la muerte dentro de su prisión.

Pero no tema, porque hay belleza entre estos muros. Deléitese con los pintorescos cuervos que anidan en la alambrada y con los cientos de ratas hambrientas que viven en Belmarsh. Y si viene en primavera, podrá ver los patitos que ponen los ánades reales en el recinto de la prisión. Pero no se demore, porque las voraces ratas se aseguran de que sus vidas sean efímeras.

Le imploro, rey Carlos, que visite la prisión de Su Majestad, Belmarsh, pues es un honor digno de un rey. Al embarcarse en su reinado, espero que siempre recuerde las palabras de la Biblia del Rey James: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7). Y que la misericordia sea la luz que guíe su reino, tanto dentro como fuera de los muros de Belmarsh. 

Su más devoto súbdito,

Julian Assange