El Faradio, Prensa

Carta a Mónica

Consciente de mi privilegio – y mis limitaciones – como feminista blanca pero también como universitaria, escritora y palestina de adopción quisiera hacerte llegar un ruego nacido de la comunidad – hombres y mujeres – no votantes de esta ciudad. Hablo de los y las inmigrantes, vecinos nuestros, que por las razones que sean en estas elecciones (y probablemente en muchas otras) no podrán votar. Me refiero a cuidadoras, camareras, albañiles, señoras y señores de la limpieza, mecánicos, niños y niñas recién llegados a las escuelas públicas, pastores, explotadas varias…

Como alguien que ya solo trabaja con el boli pienso que una parte muy importante de mi labor es expresar en palabras unas ideas que la retorica dominante desdeña, mejor dicho, que algunos psicópatas desdeñan. No me preguntes quienes son, ya lo sabes, compites con ellos en estas elecciones, en esta misma ciudad, en estos mismos días.

Es impresionante su falta de empatía, la nula sensibilidad que muestran ante el dolor de los otros en general y la de nuestros inmigrantes en particular. No me quiero poner sentimental pero hay que reconocer que aquí, como en muchas partes, existió a menudo una actitud de arrogancia y de exclusión hacia los que no son como nosotros, no creen en el mismo dios que nosotros, no se visten como nosotros.

Por no hablar de las mujeres. Porque, seamos sinceras, ser mujer tampoco es igual en todas partes. Es que ni siquiera ser feminista es igual en todas partes. Lo que quiero decir es que la categoría “mujer” no es para nada homogénea. Y si hablamos de las mujeres migrantes, entonces ya no te quiero ni contar. La mujer inmigrante – seguro que ya lo sabes -está muy por debajo en derechos y oportunidades en relación a nosotros, mujeres blancas, educadas y supuestamente demócratas. Es decir, las mujeres como tú y como yo. Que miramos, pero no vemos y que muy a menudo damos por hecho – sin preguntar – que lo que les ofrecemos es lo mejor que les puede pasar en la vida.

A este respecto una anécdota sacada del libro Feminismos a la Contra:

En un debate entre feministas, una feminista congoleña dijo:” Mi prioridad es obtener un empleo, que mi marido obtenga un empleo y que mi hijo obtenga un empleo”. Así de claro. Nada de abstracciones, paridades, ni techos de cristal. Por supuesto hay otras posiciones que también son legítimas. Faltaría más. No se trata de oponer dichas reivindicaciones sino de reconocer las situaciones que implican un mayor grado de vulnerabilidad. Las necesidades de las personas que están expuestas a una drástica exclusión social deberían ser prioritarias.

Te pido que por ellas, pero también por nosotras, no lo olvides.

Un abrazo

Artículo publicado en El Faradio el 23/05/2023