De siervos
Al precio de un esfuerzo sobrehumano y de cinco meses matanzas genocidas, pero sobre todo, al término de la humillación más descarnada de las fuerzas de la comunidad internacional, parece que la opinión pública del mundo mundial empieza a reconocer por fin y a regañadientes, que los sionistas no fueron nunca las víctimas, sino los verdugos en este genocidio rodado con luz y taquígrafos (por si en el futuro – o incluso ahora mismo – quedara todavía alguna duda)
Parece, además, que, con este reconocimiento, los países de Europa y “extrarradios” han ido lo más lejos que podían ir en materia de firmeza y lucidez. Que se lo pregunten si no al sr. Albares después de mentir asegurando que había suspendido todas las exportaciones de armamento desde el mes de octubre cuando lo cierto es que su ministerio autorizó el envió de material militar a Israel por valor de un millón de euros.
El muy sinvergüenza.
Con todo, podría decirse que con esta mentira y otras parecidas, y una vez exterminados miles de hombres, mujeres y niños, hemos vuelto al punto de partida. Y quienes hace ya tiempo, y en contra de las doctrinas oficiales, denunciaron esta agresión, celebran hoy las multitudinarias manifestaciones en contra del genocidio como un cambio de postura de sus gobiernos, esperando ingenuamente que a partir de este momento, no haya para Israel y sus malditos socios otra salida que la de acabar con los presupuestos políticos que, en 1948, dieron lugar a esta Nakbah.
Pero yo no lo tengo tan claro. A veces me temo que no habrá nada de eso y que este reconocimiento de los verdugos como verdugos no conlleva en absoluto el reconocimiento de las víctimas como víctimas. Y que haría falta todo el idealismo del mundo para confiar en una reacción decente y categórica de las potencias internacionales. Pero dado que la condescendiente Europa cree, como siempre, representar el duelo de la situación al monopolizar al mismo tiempo la hipocresía y los buenos sentimientos, no vemos por qué los asesinos no habrían de conservar, a su vez, el monopolio de la arrogancia y del crimen.
De hecho, ni la gesticulación grotesca de las fuerzas internacionales, ni las indignadas quejas de los partidarios de las causas justas tendrán un efecto real, ya que no solo no se ha dado todavía el paso decisivo, el paso final en el análisis de la situación, sino que nadie osa ni se atreve a darlo.
Y ese paso señoras y señores, sería reconocer que Israel no sólo es el agresor y un nido de filo-nazis sino que, en el fondo, está haciendo lo que se esperaba de él cuando su nacimiento fue programado como aliado de los intereses geoestratégicos de USA y de sus siervos en Europa
En pocas palabras, podremos enviar a estos genocidas al tribunal de la Haya pero jamás intervendremos de verdad contra ellos ya que fuimos nosotros mismos, quiero decir los europeos, quienes los pusimos ahí para que hicieran el mismo trabajo que hacemos nosotros, por ejemplo, en las fronteras, a base de concertinas.
A veces, he llegado a pensar que, llegado el caso y puesto que las víctimas suelen ser más incómodas que los verdugos, los europeos preferiríamos cargarnos a las víctimas (más incómodas) antes que a sus verdugos. Esta, pienso, sería la verdadera razón de esta monstruosidad interminable. Porque, no nos engañemos, sin nuestra profunda complicidad, sin la alianza objetiva que hemos mantenido siempre con los verdugos, nunca hubiéramos podido ser testigos de este lento genocidio que dura ya 75 años.
Artículo publicado en El Faradio el 28/02/24.