Yo Loba 28
Es bastante menos que un proyecto; es una idea. Algo que necesito pensar de vez en cuando para poder seguir adelante, una especie de obligación moral que me he impuesto para creer que todo esto – la vida como hasta ahora – no ha terminado. Es decir: la mayoría de las cosas que una hace se acaban cuando se acaban. Incluso las mejores. Sobre todo, las mejores. Y el hecho de que algo no sea tal como yo hubiese querido no lo hace menos real. Tampoco lo hace pasar más rápido. Por eso, la idea de la venganza es una idea que me ayuda. Una idea que sirve para demostrar que hay cosas que no se agotan en sí mismas, que arrastran consigo responsabilidades; que algo que pasó sigue exigiendo de mi cierta respuesta, una decisión, algo que demuestre que sigo contando por más que ya no pueda cambiar nada. Y no solo. Sé perfectamente que la venganza – aunque me vengara – tampoco me haría conseguir nada a cambio. O casi nada: apenas la sensación de prolongar en el tiempo eso que algunos llaman albedrío. Sin embargo, para no pensar en lo absolutamente vulnerable que me siento, necesito seguir pensando en la venganza. Suponiendo que, en algún momento, podría ser posible. Y eso que reconozco que hacerla – concretarla – sería una equivocación porque tampoco eso cambiaría nada y sería, si la hiciera, pura pérdida. Es por eso que digo que la venganza es en mí, bastante menos que un proyecto. Apenas una idea. En el fondo me basta con mantenerla.